Hoy, al cumplir Montería 243 años, conviene señalar que una ciudad, para serlo de verdad, debe transitar por décadas y siglos hasta alcanzar un conjunto de rasgos propios que la caractericen frente a las demás, y así, también, a su colectividad. Eso implica un recorrido por la historia lleno de aciertos, errores y aprendizajes que se transforman en madurez, a lo que no todas llegan por diversas razones.
Montería es un ejemplo de ciudad madura y exitosa que, en pocos años, sin renunciar a la riqueza de sus tradiciones y a los valores de sus ciudadanos, supo dejar atrás un pasado que le impedía incorporarse a las dinámicas de las ciudades sostenibles, viables medioambientalmente y de buenas prácticas gubernamentales, como hoy ya lo es.
Y lo ha logrado gracias a sus recursos naturales, por la pujanza de su gente y por el fortalecimiento de sus sectores comercial y de servicio. Además de ser la capital de Córdoba, lo es también de una región. Significa esto que aprovechó su posición geoestratégica y no fue inferior al reto.
Pero un factor fundamental que a Montería le permitió inscribirse en la modernidad, fue el acierto de convertir su río Sinú en un elemento transformador, bajo el principio de devolverle el río a la ciudad y la ciudad a la gente. Una riqueza de tal magnitud, de la que muchas capitales del mundo no gozan, no podía ser desaprovechada.
Al haber recuperado su importancia, el río es tanto una corriente de agua como un valor de identidad, una oportunidad de transporte y un factor de integración de sus dos márgenes, por años divididas y ahora incorporadas a una sola visión de desarrollo integral para toda la población.
Montería es ejemplo para el mundo porque no se conformó con ser un conjunto de edificios y calles, sino que diseñó un plan con resultados a corto, mediano y largo plazo que tiene como propósito su transformación física, tecnológica, agrícola, comercial, cultural, entre otros, preservando siempre su patrimonio material e inmaterial.
Ahora todos la admiran, tiene una autoestima alta y puede contar el cómo de su desarrollo. Más allá de su densidad poblacional y de los nuevos retos que el crecimiento trae, es justo destacar que las características humanas de sus ciudadanos, inspiradas en el respeto, la alegría y el deseo de superación, lo han hecho posible. Ya no le confirma su existencia al país y al mundo siendo un punto en el mapa, sino pidiendo la voz y dando su voto.
Hoy no podemos caminar sus calles, dar un paseo por la Ronda del Sinú ni abrazarnos con nuestros vecinos; el mejor regalo de cumpleaños que podemos darle es quedarnos en casa. Pronto podremos volver a disfrutar de nuestra Montería.
Feliz cumpleaños.
Por Carlos Eduardo Correa
Exalcalde de Montería