Transportes y nueva normalidad

Diariamente escuchamos que estamos en una nueva normalidad. Sin embargo, en la medida en que los casos de covid-19 van bajando volvemos a hacer las cosas como de costumbre. 

Por eso, a pesar de que las cuarentenas contribuyeron a la disminución de emisiones de carbono alrededor del mundo, aún falta mucho para que la movilidad del país sea ‘nueva’ y asuma los retos que nos trajo la pandemia, por lo menos en cuanto a responsabilidad ambiental se refiere.

Si bien el virus no combate el cambio climático, la transformación hacia modelos de transporte sostenible y consciente con el medio ambiente sí lo puede hacer, lo que al mismo tiempo jalonaría la reactivación económica. 

El uso de la bicicleta figura como primera opción: es completamente verde, bueno para la salud física y mental y, además, minimiza el contacto; sin embargo, para que su uso sea aún más masivo, se deben integrar al sistema de transporte público y complementarse con una infraestructura de ciclorutas, pero esta no puede ser la única solución. Por eso, la movilidad eléctrica funge como una buena alternativa.

En 2018, el grupo Atmospheric Pollution de la Universidad de Huelva indicaba que las PM10 -partículas de contaminación que pueden ingresar al cuerpo humano por vía respiratoria- en Bogotá eran casi dos veces el máximo recomendado por la OMS e instó a la renovación del transporte público y vehículos de carga pesada. 

El Distrito ha hecho un gran esfuerzo y se espera que pronto no solo tenga la flota de buses eléctricos más grande de Latinoamérica, sino que chatarrice todo su parque contaminante. Gran aliciente para el medioambiente, la salud de los habitantes y ahora, la reactivación de la mano de las ensambladoras locales.

De hecho, un informe de la Organización Internacional del Trabajo y la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa estima que con la conversión hacia transportes eléctricos podrían crear 15 millones de empleos nuevos en todo el mundo y se avanzaría hacia economías más verdes y sostenibles.

¿Por qué no pensar también en la integración con modelos fluviales de transporte urbano? En Colombia, la mayoría de las ciudades capitales son atravesadas por un río y la movilidad fluvial puede ser una opción de cara a transportes limpios y a la conservación de nuestras fuentes de agua. Iniciativas como Businú, en Montería, pueden servirnos como ejemplo.

Montería utilizará el río Sinú como autopista, no solo para conectar a las márgenes izquierda y derecha con los tradicionales planchones, sino también de sur a norte y viceversa. Esta apuesta tendrá cuatro embarcaderos en 3.8 kilómetros del caudal y se unirá con el sistema de bicicletas Bisinú y el sistema estratégico de transporte. 

El medioambiente no tiene fronteras y está claro que la pandemia nos ha hecho un llamado a despertar sobre el efecto que el transporte tiene sobre él. Es el momento de hacer la apuesta y mirar hacia las ventajas de una movilidad responsable y eficiente.

Carlos Eduardo Correa
Exalcalde de Montería

Publicado en Portafolio.